Quizás uno de los denominadores comunes de los problemas que tienen nuestras comunidades sea el no poder honrar a aquellos que deben honrarse sin que cuestionemos si lo merecen no. Honrar a nuestros padres no es una opción.
El valor de honrar a nuestros padres ha venido depreciándose en nuestros tiempos transformándose casi como un rasgo distintivo de lo contemporáneo. Quizás hurgando en la historia encontremos los puntos de partida que empezamos a restarle importancia como sociedad.
Honrar a nuestros padres es honrarnos a nosotros mismos como hijos, teniendo por seguro que nos convertiremos en esa personas a la cual honramos, porque como padres, ser honrados por nuestros hijos, es saber que en ese futuro que no vamos a ver, estaremos presentes con nuestras enseñanzas, transcendiendo en nuestros hijos como carta de presentación. Honrar a nuestros padres, es sembrar…, es una apuesta a nosotros mismos, para luego cosechar en nuestros hijos.
Ser padre, es una posición que asumimos en proceso y debemos probar con el tiempo que somos merecedores de ese honor.
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